POR ELLOS, LA ESTACIÓN NICOLÁS LEVALLE SE SALVÓ DEL OLVIDO

VILLARINO, Buenos Aires
El edificio fue recuperado y puesto en valor por vecinos y amigos de la comunidad. Funciona como Centro Cultural, Museo del Trabajo y Salón de Té y exposiciones.
Hasta hace tres años la estación de Nicolás Levalle, en el paraje deshabitado homónimo del distrito de Villarino, lucía en estado de abandono y desolación. Sólo la visitaban los pájaros.
Atrás habían quedado los días de gloria en que su andén estaba lleno de vida y movimiento, cuando el servicio del tren de pasajeros le daba sentido a su existencia y la localidad contaba con dos poblados incipientes: Salinas La Aurora y Las Barrancas.
Cuando el tren dejó de pasar, a principio de los 90, dejaron de pasar muchas cosas.
Hasta ese momento, en inmediaciones de la estación funcionaban un Almacén de Ramos Generales y dos hoteles que ya no existen. Y había trabajadores y familias asentadas en el lugar. Tras la baja del servicio el paraje se durmió junto con las vías.
Atentos a esta situación y con el deseo de recuperar el patrimonio ferroviario un grupo de exresidentes de Nicolás Levalle decidió restaurar la estación para ponerla en valor.
Hoy, después de mucho “trabajo de hormiga” comunitario, la estación se luce y funciona como Centro Cultural, Museo del Trabajo, sala de reuniones y exposiciones y Salón de Té, único medio con el que se sostiene económicamente la iniciativa.
La iniciativa
El intercambio de fotos, anécdotas y recuerdos fue uno de los motores para el nacimiento del grupo Asociación Amigos de la Estación Nicolás Levalle.
Juan Luis Sabattini, uno de los principales impulsores de la iniciativa de recuperar la estación comentó cómo empezó todo.
“En 2014, cuando encontramos la estación abandonada decidimos reflotar y adaptar un proyecto que yo había presentado hace varios años a la realidad. Habitantes y exhabitantes de la localidad estábamos en contacto a través de una página de Facebook por la publicación de fotografías antiguas”, contó.
Este grupo se entusiasmó, se reunió y firmó una petición al gobierno municipal de aquel momento para que iniciara los trámites para la tenencia de la estación.
Constituidos en una asociación sin fines de lucro, comenzaron a realizar tareas de mantenimiento y cuidado del edificio y de su entorno y de las viviendas de los exempleados del ferrocarril.
Lo primero fue desmalezar el predio y dar vida al andén a través de la organización de actividades culturales.
Se hicieron tareas de limpieza en exteriores e interiores, pequeños retoques de pintura y amoblamiento.
“Todo fue autogestionado. Se logró con aportes de vecinos y gente que no es de la comunidad pero que se sintió identificada con el proyecto”, dijo.
El objetivo principal es preservar el patrimonio ferroviario, que no es solo de la comunidad donde está emplazada la estación y su entorno sino de la región y el país.
“Cuando se la construyó era para uso de todos. No debería perder esa condición”, dijo Sabattini.
“Una manera de mantenerla en pie y volver a ponerla en valor es darle un uso no particular que podamos disfrutar todos. Por eso se proyecta un centro cultural y museo”, destacó.
El Museo del Trabajo preserva la memoria del lugar: allí se cuenta cómo es y ha sido la manera de trabajar el campo y la actividad minera, en este caso, de la sal.
“La estación es en sí misma un museo. Su arquitectura fue erigida al servicio del transporte de pasajeros y de cargas que hoy ya no existe”, expresó.
“Estamos convencidos que una estación de trenes debería funcionar como tal pero mientras no ocurra persiste la propuesta de que sea un museo”, dijo Sabattini.
A través de este proyecto su estructura opera como lugar para atesorar objetos y recuerdos de una comunidad rural que hizo del trabajo un estilo de vida.
Hoy, el primer domingo de cada mes, la estación invita a las familias a acercarse a degustar exquisiteces caseras en el Salón de Té.
ZUn paseo distinto en que la historia, el arte, el presente y la gastronomía confluyen en un mismo espacio.
La historia del proyecto de recuperación
Antecedente. El actual proyecto de recuperación de la estación tuvo un antecedente en 1996. Juan Sabattini y el arquitecto Juan Carlos Pascale escribieron un proyecto de desarrollo turístico tomando como eje la creación de un museo agropecuario. En ese momento estaba en pie el almacén de ramos generales y hotel y las viviendas de los obreros que habían trabajado en los desvíos donde se trasbordaba la sal. Aún quedaban las vías de la trocha angosta con la que se trasladaba la sal hasta la estación.
Primera estación. Se inauguró el 1 de noviembre de 1908 por un convenio entre el terrateniente Bernardo Graciarena y la empresa del Ferrocarril del Sud que había extendido su línea desde Bahía Blanca hacia Neuquén en 1897. Graciarena había adquirido 30 mil hectáreas en 1902 y quiso explotar comercialmente una laguna de sal que se encontraba en esa superficie. El medio más económico y práctico para trasladar el producto hasta los centros de consumo era el tren. Según el convenio la empresa inglesa del ferrocarril se comprometía a construir una estación y desvío y el señor Graciarena se hacía cargo de construir una vía de trocha angosta desde la laguna hasta el desvío cercano a la estación.
Museo. “La idea es que no sea solo un archivo del pasado sino que funcione como centro cultural donde lo cotidiano del ayer y del presente se integren y reinventen a través de distintas manifestaciones y el objeto exhibido sirva para contar una historia pequeña que se inserte en la historia regional y nacional”, destacó Juan Luis Sabattini. Muchos artistas se sumaron a la propuesta, como la actriz María Celia Paniagua o el Dúo Resolana con mini recitales. Varios artistas plásticos han donado obras.
lanueva
Fotos: Gentileza Juan Luis Sabattini.
16/05/2017