HACE 130 AÑOS LLEGABA EL PRIMER TREN A TRES ARROYOS

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“Todo sucedió un 2 de abril de 1886. La estación era la nuestra. El cartel a ambos lados del andén rezaba: Tres Arroyos. A partir de ese momento el crecimiento urbano se intensificó y en la zona rural promovió la creación de pueblos. Doce fueron los que se levantaron a la vera de las vías dentro de los límites tresarroyenses. “La región se pobló y el tráfico se intensificó. El sudeste bonaerense y en especial Tres Arroyos eran puntos codiciados por la fertilidad que se intuía en sus campos”, describía Stella Maris Gil en uno de los artículos que publicó en La Voz del Pueblo rememorando el paso del primer tren.
Hoy se cumplen 130 años de la llegada del primer convoy a Tres Arroyos, que se produjo días antes de que el pueblo celebrara su segundo cumpleaños. Eso demuestra que se trató entonces de un verdadero hito para los vecinos de la época. Luego la historia diría que el ferrocarril fue un factor determinante para el desarrollo de la región.
El ramal del Ferrocarril Sud venía desde Benito Juárez, de modo que aquel día se inauguró un tramo más de vías que alguna vez unieron a todo el país. En 1891, el mismo ramal se extendió hasta Bahía Blanca, y en 1902 empezó la construcción del tramo que uniría Tres Arroyos con Lobería, que finalmente fue habilitado en1907.
La historia del ferrocarril cuenta que Orense recibió su primer tren el 1 de diciembre de 1910, Copetonas en mayo de 1912 y ambas localidades quedarían definitivamente unidas en 1926 cuando se finalizó el ramal costero que pasaba, entre otras estaciones, por Lin Calel.
Toda la región, entonces, estaba comunicada por el tren. Y era el medio utilizado para el transporte de pasajeros, encomiendas y granos.
A fines de la década del 50, la estación de Tres Arroyos contaba con 400 empleados para atender las distintas dependencias instaladas en la ciudad y en el resto del distrito. Las estaciones que formaban parte de la red del ferrocarril en esta región eran: Cascallares, Irene, Aparicio, Guisasola, Coronel Dorrego, San Román, Bajo Hondo, Barrow, Gonzales Chaves, Vásquez, Alzaga, San Mayol, Ochandio, San Cayetano, Defferrari, La Dulce, Energía, Orense, San Francisco de Bellocq, Lin Calel, Copetonas, Oriente, Gil, Faro, Zubiaurre, Nicolás Descalzi, El Zorro, Indio Rico, La Sortija, Juan E. Barra, Coronel Bunge, Las Vaquerías y De La Garma. Hoy todas abandonadas.
Para tener una dimensión de lo que generaba el ferrocarril en Tres Arroyos, basta contar que cuando cumplió 75 años, la estación tenía un movimiento mensual de 164 trenes de pasajeros, 132 de carga y 12 de hacienda. Además, había que sumarle los trenes especiales de carga o hacienda que eran enviados cuando el tráfico normal no lograba abastecer la demanda.
Hoy todos esos datos suenan tan lejanos como el silbato del tren, que en la estación de Tres Arroyos hace 27 años que no se escucha: el último tren de pasajeros partió el 1° de noviembre de 1989.
“Era hermoso ser ferroviario”
Al igual que su padre y tres de sus hermanos, Heraldo Peralta trabajó en el ferrocarril en la época que la estación de Tres Arroyos era una ciudad a parte debido al intenso movimiento que se generaba por el paso de los trenes. Se transformó en ferroviario luego de cumplir los 18 años, en 1961. Empezó como peón general y luego fue “cambista”, el operario que se encargaba de acomodar los vagones y dar vueltas las máquinas cuando la formación debía circular en el sentido contrario al que había llegado.
“No sabés lo que era esto en esos tiempos. Había cinco trenes de pasajeros que pasaban por día. El más grande venía de Buenos Aires, pasaba de largo hasta Bahía, acá tomaba agua la máquina y le daban gasoil. Había otro que salía para Necochea. Otro que iba hasta De La Garma, viajaba a Indio Rico y volvía a la noche. También había un tren que iba a Dorrego y volvía a la noche”, recuerda.
“Todos los días traían revistas y diarios, se llenaban dos carretillas con lo que bajábamos del tren que venía de Buenos Aires. Había mucho movimiento también de encomiendas. Me acuerdo la cantidad de ruedas Cincotta que venían. ¡Y la confitería! Cómo trabajaba, siempre había gente”, cuenta Peralta.
En una recorrida, Heraldo fue describiendo las distintas dependencias que funcionaban, y también el resto de las edificaciones y galpones que formaban parte de la estación. Marcó, por ejemplo, que donde hoy se ubica la pista de skate estaba la carpintería. “Todo vagón que se rompía o cualquier problema con los asientos de madera, se arreglaban ahí”.
Su vida como ferroviario finalizó en 1978. “Me mandaron a la estación de Barker durante tres meses y cuando volví me quisieron enviar a Tandil. Mis dos hijos eran muy chiquitos y no quise mudarme, y me echaron”, comentó con la carta de despido en la mano.
Desde ese momento pasó lo menos posible por la estación para evitarse la angustia. “Era hermoso trabajar de ferroviario”, aseguró. “Me da mucha lástima ver como está la estación y todo el predio hoy. Pero lo peor es que se que el tren nunca va a volver”, se lamentó. “¿Que le pintaron la fachada? No pasa nada con eso, no sirve para nada…”, se despidió.

La Voz Del Pueblo
05/04/2016