JUNTO A LAS VÍAS EN NEUQUÉN, UNA HISTORIA FAMILIAR Y COLECTIVA

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La familia Sciancia regresó al lugar que tantos recuerdos le dio: infancias y adolescencias felices y despreocupadas. (Foto: Leonardo Petricio)
Neuquén, Argentina – La antigua casita del ferrocarril es parte del patrimonio arquitectónico y también cofre de entrañables recuerdos para los descendientes de Bartolomé Scianca
“Claro que nos sentimos identificados con la casita. Porque representa lazos familiares que atraviesan varias generaciones y porque es también una manera de seguir unidos. Los recuerdos son parte de la historia, nosotros mientras podamos vamos a conservarlos y una manera de hacerlo es a través de este edificio”, dijo Orlando (61 años), nieto de Ángel Bartolomé Scianca, el primer guardapuente ferroviario que junto a su mujer, Petrona, vivieron ahí 9 nueve años.
Por iniciativa de la arquitecta y artista plástica, fallecida tiempo atrás, Liliana Montes Lefort, desde 1992 la pintoresca edificación de característico estilo inglés que se levanta a escasos seis metros de la punta neuquina del nuevo puente carretero del río Neuquén, es monumento histórico arquitectónico de la ciudad.
Para lograrlo la casita –con techo a dos aguas, ladrillos a la vista, un alero que da al oeste y la chimenea de la estufa a leña elevándose un par de metros, de unos tres de ancho por siete de largo– debió soportar desde la amenaza de la demolición cuando se hizo el nuevo puente a los saqueos de su puerta, ventanas y el cielorraso de cedro.
En la pequeña casita de estilo inglés cumplía sus funciones el “cuidador del puente”. (Foto: Archivo Histórico)
Pero sigue en pie, se salvó de las topadoras y los desaprensivos –y en ello mucho tuvo que ver uno de los Scianca– y es testimonio de los primeros años de la hoy pujante capital neuquina.
Orlando es hijo de Telmo, uno de los nueve hijos de Bartolomé y Petrona. Y a los Scianca sin duda que además de la sangre los aúna un profundo afecto por la casita.
Tanto que ante la invitación para hacer una foto no dudaron un instante y se juntaron, además de Orlando, Federico, Santiago, Juan Ignacio –hijos de Oscar, nietos de Modesto–; Nicolás, Leila –hijos de Daniel, nietos de Telmo–, todos bisnietos de Bartolomé, y los tataranietos Ciro, Santiago, Juan Cruz, Lisandro, Marcos, Merlina, Francisco, Juan Manuel, Mateo y Olivia.
La construcción está bajo la órbita del municipio, pero desde hace unos años la usa la Dirección de Tránsito de la Policía de Neuquén. Después de los trabajos de restauración que le hizo el municipio es mantenida en buen estado y cuenta con electricidad, gas de zepelín, teléfono e internet.
Bartolomé vivió en ella hasta 1912; en 1930 el guardapuente fue un señor Altube y el último que cumplió esa función fue un ferroviario de apellido Drillo.
Entre la casa y la barranca del río y el puente nuevo de cemento y del hierro del ferrocarril –unos diez metros–, aún se mantiene en pie una higuera que según dicen tiene varias decenas de años.
En ese sector estaban ubicadas las bombas de agua, que la extraían para llenar los depósitos de donde se abastecía a las locomotoras a vapor. En ese mismo espacio se hizo una ampliación, de chapas, que usó la familia Scianca, luego se destinó a las bombas y, por último, para guardar las pequeñas máquinas –las “zorritas”– que hacían los mantenimientos de las vías.
Auge, decadencia
y preservación
1903. La casa es destinada al guardapuente.
1903/12. Ángel Bartolomé Scianca ocupa la casa con su familia.
1930. El señor Altube es designado guardapuente.
1970. Es guardapuente un señor Drillo, último en la tarea.
1992. La casa es declarada patrimonio histórico-arquitectónico.
1996. Corre riesgo de ser demolida para construir el nuevo puente.
1997. Es restaurada por el municipio.
1998. Se destina a oficina de informes turísticos.
NESTOR MATHUS

 rionegro
12/09/2017