Los efectos de las filtraciones en el subte B, a la vista

FERROCARRILES DEL SUD -- ACTUALIDAD NACIONAL 

En una recorrida, LA NACION vio grietas entre Los Incas y Rosas; el Gobierno dice que son 'normales'.
El salitre de las filtraciones afecta la zona de las cocheras, no operativa aún, en la estación Rosas. Foto: LA NACION / Maxi Amena

Agua filtrándose entre las paredes a pocos centímetros de donde corre el tercer riel, de más de 600 voltios. Estalactitas de salitre que cuelgan del techo de los túneles y de cajas electrificadas. Cámaras subterráneas con cables sellados de alta tensión inundadas. Fosas para mecánicos llenas de agua.

Ésas fueron algunas de las irregularidades detectadas en un recorrido exclusivo de LA NACION por los túneles de la línea B de subte, entre Los Incas y Rosas. A ese tramo aún no llegan las formaciones por la retención de actividades de los metrodelegados, quienes alegan que esas filtraciones ponen en riesgo su seguridad y la de los usuarios.

"Las estaciones se inauguraron en perfectas condiciones, no hay ningún problema de seguridad. Nunca se nos ocurriría inaugurarlas si tuvieran problemas, sería una locura", razonó Juan Pablo Piccardo, titular de Subterráneos de Buenos Aires (Sbase) ante la consulta de este medio. Sin embargo, la realidad muestra otra cara.


El tercer riel, de 600 voltios, junto a un charco. Foto: LA NACION / Maxi Amena

En los túneles, entre cientos de tarros de pintura en aerosol y la grava de los rieles, el andar se oscurecía hasta quedar en penumbras. Bastaron pocos metros de caminata para detectar las primeras formas extrañas: extensas líneas irregulares sobre las paredes de los túneles por donde rebasaban placas de un material blanco grisáceo y con un aspecto rocoso que al rasparlo se volvía arenilla.

Las líneas amorfas que bajaban hasta el piso se mezclaban con gruesos trazos amarillentos que brotaban de brocas clavadas en la paredes entre Incas y Echeverría. Alrededor de las puntas de metal ahuecado chorreaban restos de poliuretano expandido, colocados allí para frenar la filtración de agua. "Es un parche. La humedad y el salitre gastan el hormigón", explicó Alejandro, especialista en Seguridad e Higiene de Metrovías.

En Sbase minimizaron el problema de las filtraciones porque, argumentaron, es común en los túneles. "No afecta a la seguridad. En toda la red de subte hay 150 filtraciones detectadas en las paredes que están siendo arregladas. Algunas son chorros de agua", admitió Piccardo.

En efecto, en el punto de referencia 2425 la pared estaba húmeda y con mucho salitre. Incluso había formaciones de estalactitas en el techo. Algo similar ocurría en el punto de referencia 3050, donde el goteo era permanente y provocaba la acumulación de agua cerca del tercer riel, por donde corría la energía eléctrica que se les proveía a las formaciones. En todo el recorrido, ese riel se ubicaba al lado de un sendero por donde caminaban los operarios entre las estaciones. Estaba envuelto en una protección de plástico.

Según la explicación de Piccardo, el agua cerca del tercer riel "no tiene ningún peligro para las personas" porque se encuentra a 30 centímetros del piso. "Como éste, hay otros 20 lugares iguales en la línea B. Si hay algún problema con la electricidad, se pide que se corte", agregó.

La caminata por las vías se volvió colorida al visualizar, desde el túnel, los andenes de las nuevas estaciones. Al atravesar Echeverría, una gran grieta blanca le abrió la puerta a la oscuridad. Allí corría agua que antes de llegar a los desagües se escurría por entre las vías.

La comunicación entre las formaciones y las bases era otro punto del conflicto que tiene parado el subte en estas estaciones, pero ya parece resuelto. Al final de cada andén y en la mitad del trayecto entre estaciones, hay teléfonos fijados a la pared para que el maquinista pueda alcanzarlo sin bajarse del tren. Si falla ese sistema, cada motorman posee teléfonos celulares y señal bajo tierra.

Pero la peligrosa combinación entre agua y electricidad apareció en varios sectores hasta llegar a Rosas. En las cocheras, tras la estación terminal, LA NACION detectó una cámara subterránea con sus cables electrificados, aunque sellados, bajo agua. Más atrás, en los talleres, había dos fosas con, al menos, 20 centímetros de agua en el interior. Allí deberían trabajar los mecánicos en las formaciones que salen de servicio.

"Son dos lugares que no están operativos aún. Pero si hay un cortocircuito, se corta la energía, como en tu casa", ejemplificó Piccardo. Y agregó: "Estas situaciones son comunes en los túneles, pero es el caballito de batalla de los metrodelegados para trabajar sólo cuatro horas".

Cuando hoy a las 10 se retome el diálogo entre los metrodelegados, Metrovías y el gobierno de la ciudad dos puntos serán el eje de la negociación en la que se buscará un principio de acuerdo: la cantidad de horas de trabajo efectivo que deberán cumplir los motorman y guardas, y las condiciones de seguridad de las estaciones que desde su inauguración están fuera de servicio.

Mientras continúa la negociación, hace ya más de una semana, en la Subsecretaría de Trabajo porteño se debate la veracidad de los argumentos que ofrecen las partes. La Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (Agtsyp) advierte que no pondrá en riesgo al personal hasta que se solucionen los fallas de seguridad. Y en Sbase responden que el foco del conflicto no pasa por un potencial peligro de accidente, sino por la nueva carga de trabajo efectivo que deberían cumplir los operarios.


LOS DELEGADOS EVALÚAN OTRAS MEDIDAS

La Agtsyp alertó ayer que un operario recibió una descarga eléctrica de 1500 voltios en el taller San José, por lo que debió ser atendido de urgencia en el Sanatorio Dupuytren, donde se le practicó una cirugía a raíz de las graves quemaduras que sufrió en la mano izquierda.

Ésta sería otra de las razones por las que, si hoy no se resuelve el conflicto, los metrodelegados comenzarían a evaluar medidas de fuerza de acción directa, como un paro. "La condiciones de seguridad es algo que planteamos todo el tiempo y no nos equivocamos", dijo Néstor Segovia, secretario adjunto de Agtsyp.

 La Nación 
 06/08/2013