PERSONAJES DE UN PUEBLO AZUL

FERROCARRILES DEL SUD -- INFORME ESPECIAL

Con paisajes inspiradores, museos curiosos y corazón ferroviario tiene mil historias por contar y buenas propuestas de turismo rural.

Roberto Silva custodia reliquias.


Mechita.- Los habitantes de Mechita, a 200 km de Buenos Aires por la ruta nacional 5, aún resguardan la veneración ante lo sagrado de los cielos, la tierra, la raíz. Son los mismos cielos azules que el pintor mechitense Juan Doffo supo pintar desde los 11 años en su pueblo natal y que hoy se reflejan en obras como Noche en Mechita, dispuesta en un museo inverosímil en este rincón olvidado que una vez fue próspero.

Mechita está sobre tierra ondulada y fértil, bajo cielos eternos inundados por estrellas. La pampa otorga horizontes lejanos, pero en el pueblo los gansos avanzan por la calle de tierra entre niños en bicicleta, jóvenes del secundario y pocos, muy pocos autos.

"Mechita tenía 5000 habitantes cuando funcionaba el ferrocarril y era la plaza de parada de trenes más importante del país", cuenta Néstor Juárez, delegado por el partido de Alberti. Hoy quedan 2000 personas, muchos talleres abandonados, dos museos ligados a los trenes y este Museo de Artes Visuales inimaginable, organizado por Doffo e inaugurado en 2010 para el centenario del pueblo. En él hay obras de artistas que se inspiraron en este paisaje.

El corazón de Mechita, que debe su nombre a la hija del presidente Manuel Quintana, que donó parte de su campo Los Manantiales para la construcción de talleres ferroviarios en 1904, era el ferrocarril. En los años 90, con la privatización de los ramales, vino la decadencia: la población menguó; emigraron unos, resistieron otros. Hoy se recupera de la mano del arte y el turismo, con el recuerdo de haber sido grande y la intención de volver a serlo.

El pueblo se resume en 80 manzanas, que se dividen entre los partidos de Bragado y Alberti. "Espera la llegada del gas natural", cuenta ilusionado el delegado Juárez. Dos escuelas primarias, una secundaria, un bachillerato para adultos, dos iglesias (una católica y otra evangelista), una salita de primeros auxilios, una biblioteca, un club social y deportivo y un quiosquito completan el cuadro. El canal artificial Italia o Cafiero, ideado inicialmente para aliviar las inundaciones, es zona de buena pesca junto con la laguna de Bragado.


Juan. y todo el cielo

"Viajo todo el tiempo a mi pueblo -cuenta Doffo-. Sigo absolutamente ligado a Mechita. Allí tengo mi casa y mi taller, hago mis bocetos para pinturas y realizo mis fotografías con la colaboración de la gente. Pero debe ser cierto que la patria es la infancia, pues es en Mechita donde descubrí la vida, la muerte, el amor, el sexo, la naturaleza, el arte. Allí aprendí a amar y pintar cada estación del año", confiesa este gran pintor de barba blanca.

En la avenida Quintana se encuentran las prolijas casas de La Colonia, de dos, tres y cuatro habitaciones, construidas para los obreros del ferrocarril. Es un barrio de 110 edificaciones de ladrillo y techo de chapa.

Dicen los que cuentan que hubo 25 frecuencias de trenes por turno laboral de 8 horas. Que las locomotoras venían a repararse aquí. Y que el taller de carpintería era la envidia de todo el país.

Otros hitos son la estancia Los Manantiales, que ofrece algo de trabajo al pueblo, y Las Mercedes, la chacra de una señora que vino a insuflar nuevos aires a cambio de siestas de sol. Es la casa de campo de Cristina Soria, una mujer de unos 50 años y sonrisa ancha, con la iniciativa de cuidar ovejas a las que dice amar con locura. Junto con Carlos, su marido, albergan pequeños contingentes de viajeros para realizar un tipo de turismo rural distinto, ligado a la capacitación.

"Aprenden cómo organizar un encuentro campero, el rito del asado, la ceremonia del mate, la comida al disco, los fuegos. Armo talleres con juegos y prácticas de grupo. Luego les muestro el pueblo, su gente, sus personajes, sus museos", cuenta Cristina.

Ella emplea como asador a otra de las personas que dan vida a este lugar singular, Raúl Sarco. Gaucho siempre dispuesto, prepara el asado con leña y sirve como le enseñó Cristina, "primero las achuras y luego, las carnes, con la ensalada en bol aparte para no mezclar sabores, siempre criolla y de papa con perejil, sin mayonesa. Y por ley -dice sonriendo- se usa el facón para comer el asado".

Antes, concluye el gaucho, éste era un pueblo azul por los uniformes de los ferroviarios que coloreaban las calles de tierra.


César, Roberto y el tren

Las vías poseen su museo ferroviario de la mano de Roberto Silva, jubilado hace como "10, 12 años, ni recuerdo". Es un hombre delgado y afable, de ojos celestes, que no se saca nunca la boina de ex ferroviario. "Este museo fue armado por cuatro personas. Hoy quedé solo, porque nadie quiere trabajar un domingo. Pongo un cartelito los fines de semana: el que quiere, me llama y se lo abro", cuenta Silva.

Sobre las paredes se conservan las fotos de color sepia de las llamadas colonias, las de la huelga de 1961, donde algunos obreros se refugiaron en el campo: fotos de tiempos felices. También hay un capote hermoso, máquinas de picar boletos y linternas de guarda.

Otro lugar para visitar es el Rincón Don José, del artista César Giommi, que utiliza los resabios del ferrocarril para realizar sus obras de chapa, metal, pintura. Su museo, visitado por escuelas y particulares, recrea la historia de Mechita. Alberga el dolor del Cristo que él pintó; la bravura del potro de Bragado en su bandera, cuyo dibujo ganó entre 250 propuestas; la trompa de un auto que perteneció a Manuel Fangio entregado por el capataz de Los Manantiales, donde dicen que el corredor vivió un gran amor.


Fuente: La Nacion
11-10-2011