actualidad
El que nos trajo a este pueblo del oeste, después de viajar treinta y dos horas, cansados de aguantar el calor, el polvo que penetraba por todos lados, y con la angustia de no saber qué íbamos a encontrar.
El que nos traía todo lo necesario para poder vivir en este lejano paraje, al que el esfuerzo de los pobladores forjó como una importante ciudad, como lo es hoy.
El que nos llevaba a Buenos Aires cuando nos enfermábamos y no teníamos los adelantos que hoy tenemos para curarnos o ir de vacaciones. O nos casábamos y hacíamos el viaje de bodas en los hermosos camarotes y el comedor, en el que servían muy buenas comidas.
El que nos comunicaba con nuestra familias lejanas, el que nos traía cartas, encomiendas, revistas y diarios (aunque estos últimos atrasados).
Íbamos a despedir a personas que decidían irse porque no aguantaban el clima ventoso de la Patagonia, a los muchachos que se iban al servicio militar y también a los deportistas que nos representaban en las olimpíadas que se realizaban en otras zonas del país. El tren era el único medio de transporte que llegaba a la zona, única conexión con el resto del país. De allí su importancia.
En una ocasión alguien sacó el coche con el bebé adentro, al pasillo abierto, preparándose para bajar. En la curva, salió el cochecito con el bebé rodando por el campo. Tuvo que parar el tren, y por suerte no le pasó nada. Cuando venía de Zapala pasando por Ramón Castro y tomaba la curva veíamos cómo levantaba polvareda.
Nosotros íbamos a la estación a verlo pasar, “gran diversión”, sentados en la sala de espera, a la que le ponían acaroína para desinfectar y no se aguantaba el olor feo. Jugábamos a ver quién lo veía primero resoplar en la subida, después de la curva.
¿Volverá algún día?
María Delia Di Paolo
DNI 9.730.976
Cutral Co
rionegro
26/06/2017