Buenos Aires – Argentina – 16/06/2020: Iván era muy chico, tenía apenas tres o cuatro años, pero recuerda ver a su abuelo Carlos soldando fierros, tomando medidas y ajustando tuercas en el fondo de su casa en Paso del Rey, partido de Moreno. Carlos pasó horas enteras durante más de un año trabajando en su proyecto “La Mercedina”, una zorra ferroviaria a motor que utilizaría para colaborar con el desmalezamiento de las vías en la estación Espora, donde los pastizales se habían comido el trazado férreo.
Espora es un paraje ubicado en medio de la inmensa llanura al nordeste de la provincia de Buenos Aires, en el partido de San Andrés de Giles. Nació gracias al ferrocarril hace más de 100 años y que fue olvidado cuando el tren dejó de circular hace poco más de 20. En medio de un paisaje de árboles frondosos, caminos de tierra e interminables extensiones de campo, vive Víctor Rodríguez, un ex ferroviario que comenzó a ocuparse del mantenimiento de las vías de forma obligada: cuando llovía, la única forma que tenía de circular era con su zorra a través de los rieles.
A partir del año 2005 un grupo de voluntarios comenzaron a acercarse los fines de semana hasta Espora con la intención de profundizar el desmalezamiento e ir más allá de la estación para recuperar el trayecto de vías tanto hacia el norte como hacia el sur. Entre ese grupo de colaboradores, que luego se hicieron llamar Asociación Amigos del Ferrocarril Belgrano, estaba Carlos estrenando la zorra que había creado con sus propias manos.
“Mi abuelo trabajó desde muy chico en prácticamente todos los oficios, siempre hizo cosas de tornería, de herrería, trabajó muchos años en una metalúrgica haciendo blocks de motores para autos” dice Iván Sánchez en diálogo con INFOCIELO, “Podría haber sido ingeniero tranquilamente, pero no lo fue porque no tuvo los estudios necesarios”.
La primera vez que Iván acompañó a su abuelo a recorrer las vías abandonadas del Belgrano en la zorra, tenía tan solo 5 años. “Al principio iba con mi mamá porque era muy pegote de ella pero, al poco tiempo, empecé a ir sólo”, comenta el nieto de Carlos.
En el año 2006 la abuela de Iván falleció y, a partir de ese momento el vínculo entre Carlos y su nieto se hizo aún más fuerte. “Cada fin de semana era una aventura nueva” cuenta Iván, quien compartió durante más de 15 años los recorridos a bordo de “La Mercedina” con su abuelo y con el resto de los voluntarios, quienes destinaban sus fines de semana a resguardar el estado de las vías. De ellos aprendió a abrir paso entre la maleza, a remover la tierra con pico y pala en busca de vías enterradas por el abandono, a resistir al frío y también a la lluvia en invierno; pero fundamentalmente incorporó la pasión y el compromiso de proteger los rieles por los que alguna vez circuló el Ferrocarril Belgrano dándole vida a los pueblos de la región.
Uno de los recuerdos más presentes que tiene Iván de esos recorridos es cuando, en el año 2012, Carlos le propuso a su nieto y al resto del equipo explorar más allá del límite al cual habían logrado acceder, que era la estación de Tres Sargentos, en el partido de Carmen de Areco. Durante semanas trabajaron con ese objetivo hasta llegar a la localidad de Los Ángeles, perteneciente a Chacabuco hasta que al fin lo consiguieron, “Es un pueblo fantasma, está completamente abandonado”, explica Iván sobre el lugar que tiene tan solo 54 habitantes según el censo de 2010, “una vez que dejó de pasar el tren, que era su única forma de trasladarse, los habitantes se fueron del lugar y hoy casi todas las casas están vacías”.
El otro recuerdo que quedó muy marcado en Iván fue su último viaje en “La Mercedina” con su abuelo. A principios del 2019, Carlos Sánchez, socio honorario de la Asociación Amigos del Ferrocarril Belgrano falleció a los 71 años, siendo el voluntario con más años de edad y el que se ganó el respeto de todos sus compañeros por su entrega absoluta al cuidado de las vías.
Iván habla con una soltura y una seguridad asombrosa. Ese niño que viajaba sobre el regazo de su abuelo en “La Mercedina” atravesando kilómetros y kilómetros de vía, caminos de tierra y enormes cañaverales, hoy tiene 18 años y continúa su legado, siendo el integrante más joven de la Asociación. Por la mañana trabaja en un taller de ingeniería ferroviaria hasta las cinco de la tarde, luego se cambia y sale para el colegio en donde está terminando el secundario. “El único respiro que tengo es los fines de semana con mis amigos, con los locos que comparten la misma pasión que yo por los trenes”, comenta Iván, “Es nuestro cable a tierra.”
El nieto de Carlos se rehúsa completamente a vender la zorra a pesar de haber recibido ofertas de hasta 900 mil pesos, “Para mí la zorra es la imagen de mi abuelo, es la forma de tenerlo presente, así que es imposible que la venda”, dice con toda seguridad Iván, quien está haciendo algunos arreglos al vehículo para que, una vez finalizada la cuarentena, pueda volver al ruedo. “Me gustaría a futuro tener un hijo, o un nieto, con quien yo pueda compartir lo mismo que compartí con mi abuelo”.
En todos sus proyectos y sueños están presentes de alguna forma los trenes. Iván tiene bien claro que su futuro es sobre las vías: “El sueño más grande que tengo es ser conductor de trenes”. Otro de los anhelos que tiene es poder viajar a Mendoza y visitar a un equipo de personas que se reúnen en aquella provincia con el mismo objetivo de proteger las vías con el fin de promover la vuelta de los trenes. Su nombre es Ferrotur Trasandino y trabajan en el ramal A12 del Ferrocarril Trasandino, también perteneciente al Belgrano, que conectó hasta 1984 la ciudad de Mendoza con la estación Los Andes, al otro lado de la cordillera. “Visitamos el lugar con mi abuelo en 2018, conocimos a la gente y nos imaginábamos a nuestra zorra circulando por ese lugar extraordinario”, recuerda Iván “Son muchos kilómetros de acá a Mendoza, pero tengo la fe de que en algún momento voy a poder hacerlo”.
AMIGOS DEL BELGRANO
Desde que los trenes dejaron de pasar entre 1994 y 1996, durante el gobierno del presidente al que no le tembló el pulso al cumplir con su lema “Ramal que para, ramal que cierra”, las vías por las que antes circulaba el Ferrocarril Belgrano desde González Catán hasta la localidad de Patricios (partido de 9 de Julio) y desde González Catán hasta Pergamino, parecían haber quedado condenadas al olvido.
Un grupo de vecinos de distintos pueblos y parajes de la zona, comenzaron a reunirse a partir de 2005 con la intención de recuperar las vías y ponerlas en condiciones con la esperanza de que, en algún momento, el tren volverá.
Se hicieron llamar “Asociación Amigos del Ferrocarril Belgrano” y, desde entonces, concurren voluntariamente todos los fines de semana a recorrer las vías para hacerles el mantenimiento adecuado. Actualmente son alrededor de 50 voluntarios divididos cinco bases operativas (Villars, Plomer, Mercedes, Espora y Tres Sargentos), que cuentan cada una con su propio coordinador.
Hasta el momento ya recuperaron más de 170 kilómetros de tendido férreo abandonado, que recorren semanalmente para evitar que el olvido termine arrasando con lo que la fiebre privatizadora del menemismo no pudo.