“Los primeros sonidos que recuerdo de mi infancia están relacionados con el paso del tren; mi abuelo, mi padre y yo trabajamos en la Estación del Provincial y pensar en que se reactive es como volver a vivir”, asegura con ojos encendidos Beatriz Belo, una de las vecinas de Meridiano V que se ilusiona con la recuperación del antiguo ramal ferroviario anunciado, hace unos días, por el gobernador Daniel Scioli.
La posibilidad de que circule nuevamente el tren para unir la zona de 17 y 71 con Avellaneda fue una verdadera sorpresa para los vecinos. Ni bien se conoció la noticia, muchos armaron cadenas telefónicas para tratar de conseguir certezas sobre un tema sobre el que ya se habló muchas veces.
El proyecto del “Tren del Sur”, inevitablemente reflotó recuerdos de cuando el barrio era un “hervidero” de personas. Eran épocas en las que los chicos corrían por los andenes esperando la llegada del tren y la Argentina productora de alimentos prodigaba vagones repletos de cereales y leche que era esperada por decenas de carros que luego la despachaban a domicilio.
“Que vuelva a funcionar el tren es reencontrarme con mis raíces; mi abuelo fue guarda, mi papá se jubiló como jefe de estación y yo trabajé como empleada administrativa hasta el ´61, cuando se cerró el ramal Avellaneda-Mirapampa”, agrega Beatriz.
Elsa Pereira, es otra de las vecinas que ayer visitó la Estación para repasar su vínculo con el tren. Pedro, su padre, fue jefe de estación en ciudades como 9 de Julio o Pehuajó, pero siempre deseó que su hogar estuviera tan cerca de las vías que pudiera escuchar el “latir” de los trenes.
“Toda mi familia trabajó en el ferrocarril; incluso mi papá decidió comprarse una casa frente a esta Estación para estar más cerca de su trabajo”, cuenta para ilustrar como un alto porcentaje de los vecinos de Meridiano fueron empleados de ferrocarril.
“Mi marido trabajaba en los talleres, de una manera u otra, todos estábamos relacionados con los ferrocarriles; pasaron muchos años, pero el anuncio me trae recuerdos de toda mi vida”, cuenta esperanzada con el proyecto.
Para todas “las señoras del tren”, el edificio de la Estación es más que un espacio de encuentro y las vías, son renglones sobre los que se escribieron miles de historias.
Otras vecinas, como es el caso de Marlene de Peña, se definen como “admiradoras del tren” porque, aunque no tuvieran un vínculo laboral, asocian a las estaciones con el crecimiento de los pueblos y el intenso movimiento de pasajeros que resultaba algo atractivo de ver.
“Yo traía a mi hija y sus amigas para que vieran los trenes, acá se acomodaban los vagones de un trencito que llegaba a Avellaneda; cuando estaba fuera de funcionamiento los chicos subían para jugar en los vagones”, evoca Marlene.
Con la misma nostalgia Delia “Coca” Rosli se ilusiona ahora con el resurgimiento del ramal. Ella vio por primera vez la Estación del Provincial a los 9 años, cuando un tren la trajo junto a su familia desde Pehuajó, su ciudad natal.
Aún recuerda que el tren salía del pueblo a las 19 y recién llegaba a la Ciudad a las 7 del día siguiente. Sin embargo, dice, el viaje era una fiesta, los pasajeros compartían charlas, mate y hasta se armaba alguna guitarreada para hacer más llevadero el itinerario.
“Yo venía de un pueblo de casas bajas y cuando llegué a la Estación me pareció un edificio imponente, me sentí fascinada como si hubiera visto la Torre Eiffel”, recuerda la mujer que pasó toda su vida a metros de ese lugar.
“Cuando éramos chicos, venir a la Estación era un paseo, yo vivía en el centro y me encantaba que me trajeran para caminar por la pasarela y ver los trenes desde arriba”, acota Isabel Estuar, otra vecina de Meridiano V.
En el barrio, cuentan, quedan pocos trabajadores ferroviarios, pero ellas están dispuestas a compartir sus recuerdos, porque saben que el ferrocarril siempre llevó progreso a los pueblos y confían que el Tren del Sur no sea la excepción.
El proyecto del “Tren del Sur”, inevitablemente reflotó recuerdos de cuando el barrio era un “hervidero” de personas. Eran épocas en las que los chicos corrían por los andenes esperando la llegada del tren y la Argentina productora de alimentos prodigaba vagones repletos de cereales y leche que era esperada por decenas de carros que luego la despachaban a domicilio.
“Que vuelva a funcionar el tren es reencontrarme con mis raíces; mi abuelo fue guarda, mi papá se jubiló como jefe de estación y yo trabajé como empleada administrativa hasta el ´61, cuando se cerró el ramal Avellaneda-Mirapampa”, agrega Beatriz.
Elsa Pereira, es otra de las vecinas que ayer visitó la Estación para repasar su vínculo con el tren. Pedro, su padre, fue jefe de estación en ciudades como 9 de Julio o Pehuajó, pero siempre deseó que su hogar estuviera tan cerca de las vías que pudiera escuchar el “latir” de los trenes.
“Toda mi familia trabajó en el ferrocarril; incluso mi papá decidió comprarse una casa frente a esta Estación para estar más cerca de su trabajo”, cuenta para ilustrar como un alto porcentaje de los vecinos de Meridiano fueron empleados de ferrocarril.
“Mi marido trabajaba en los talleres, de una manera u otra, todos estábamos relacionados con los ferrocarriles; pasaron muchos años, pero el anuncio me trae recuerdos de toda mi vida”, cuenta esperanzada con el proyecto.
Para todas “las señoras del tren”, el edificio de la Estación es más que un espacio de encuentro y las vías, son renglones sobre los que se escribieron miles de historias.
Otras vecinas, como es el caso de Marlene de Peña, se definen como “admiradoras del tren” porque, aunque no tuvieran un vínculo laboral, asocian a las estaciones con el crecimiento de los pueblos y el intenso movimiento de pasajeros que resultaba algo atractivo de ver.
“Yo traía a mi hija y sus amigas para que vieran los trenes, acá se acomodaban los vagones de un trencito que llegaba a Avellaneda; cuando estaba fuera de funcionamiento los chicos subían para jugar en los vagones”, evoca Marlene.
Con la misma nostalgia Delia “Coca” Rosli se ilusiona ahora con el resurgimiento del ramal. Ella vio por primera vez la Estación del Provincial a los 9 años, cuando un tren la trajo junto a su familia desde Pehuajó, su ciudad natal.
Aún recuerda que el tren salía del pueblo a las 19 y recién llegaba a la Ciudad a las 7 del día siguiente. Sin embargo, dice, el viaje era una fiesta, los pasajeros compartían charlas, mate y hasta se armaba alguna guitarreada para hacer más llevadero el itinerario.
“Yo venía de un pueblo de casas bajas y cuando llegué a la Estación me pareció un edificio imponente, me sentí fascinada como si hubiera visto la Torre Eiffel”, recuerda la mujer que pasó toda su vida a metros de ese lugar.
“Cuando éramos chicos, venir a la Estación era un paseo, yo vivía en el centro y me encantaba que me trajeran para caminar por la pasarela y ver los trenes desde arriba”, acota Isabel Estuar, otra vecina de Meridiano V.
En el barrio, cuentan, quedan pocos trabajadores ferroviarios, pero ellas están dispuestas a compartir sus recuerdos, porque saben que el ferrocarril siempre llevó progreso a los pueblos y confían que el Tren del Sur no sea la excepción.
El Día
13/03/2014)