La seguridad en los trenes está colapsada

               FERROCARRILES DEL SUD  -- INFORME     




El nuevo accidente ferroviario en la línea Sarmiento nos demuestra que los usuarios del transporte público (y sus trabajadores) continúan viviendo diariamente en peligro. Esta realidad ya no se puede ignorar. A las aberrantes cifras de muertes por accidentes de tránsito, debemos sumarles muertes por catástrofes periódicas en el sistema ferroviario. Esto no es un exabrupto de la oposición o materia de discusión política, sino el producto de una realidad: “ la otra inseguridad ”. Esa inseguridad que no deriva de la delincuencia pero que también se lleva vidas humanas.  Si bien la problemática de la seguridad se instaló en la agenda de gobierno, luego de dos catástrofes ferroviarias en la línea Sarmiento en un lapso de menos de un año y medio, existe una idea muy arraigada de que las mejoras en seguridad provienen mayoritariamente de mejoras en infraestructura. Es como si existiera la certeza de que los accidentes se producen sólo por fallas técnicas o por alguna conducta irresponsable del personal de primera línea.  No hay una mirada hacia la organización que gestiona realmente dicha infraestructura. Tampoco hacia la cultura de seguridad que reina en la empresa (ni antes ni después de Cirigliano). Debemos saber que aun con trenes remodelados “a nuevo” estos accidentes son absolutamente posibles. Pensar la seguridad como el correcto manejo de “los fierros” y no como un correcto manejo de las personas y de la organización es un error de base.  La discusión sobre los frenos de las formaciones accidentadas siempre es una trampa. “Los frenos eran nuevos” señaló el ministro Randazzo, como si eso explicara los hechos y, al mismo tiempo, garantizara la seguridad. Suponiendo que estos fueran nuevos no se explica un accidente culpando al maquinista en forma individual. El fiscal de la causa necesitará una mirada más global, sistémica e histórica del funcionamiento de la organización implicada. De acuerdo al reglamento operativo, ante una señal de peligro el conductor debe detener completamente la formación, situación que no ocurrió. La pregunta es por qué. La respuesta debe contemplar múltiples variables que involucran aspectos técnicos pero también humanos y organizacionales. Ningún maquinista de oficio, orgulloso de su profesión, se levanta por la mañana, desayuna y decide suicidarse con su formación ni cometer un homicidio colectivo. Esa hipótesis debe descartarse de raíz.  Un boicot no es un accidente, eso es absolutamente cierto, pero un accidente no se produce por un único error, ni humano ni técnico. La seguridad en el sistema ferroviario argentino está colapsada; no hacen falta más catástrofes para comprobarlo. Es necesario que las autoridades lo digan abiertamente porque reconocer el problema es la única manera de comenzar a solucionarlo y honrar las vidas de todas las víctimas y proteger la de los usuarios. 
Clarín
17-06-2013