La aventura de atravesar la meseta patagónica desde la Cordillera hasta el mar, en el ferrocarril que une Bariloche con Viedma.
Después de ser cordialmente saludados por el jefe de la estación de San Carlos de Bariloche, abordamos el tren, que se aprestaba a cruzar de oeste a este toda la provincia de Río Negro, para depositarnos en Viedma, el punto final de su recorrido.
Nunca imaginé que ese viaje sería para mí una maravillosa aventura. El tren acababa de ser reparado a nuevo y todo su interior lucía bello, cómodo y asombroso. Cada vagón presentaba sus asientos mullidos y forrados en pana, elegantes cortinas y hasta un salón comedor espacioso y prolijo, donde diligentes mozos se encargaban de servirnos el desayuno, el almuerzo y la cena.
En total, el recorrido insume dieciséis horas. Por eso, también forma parte del convoy un coche-dormitorio. Por si eso fuera poco, el tren también cuenta con una sala de cine, que en determinadas horas exhibe películas nuevas. Los más jóvenes se apuraban por pasar al coche disco, con el fin de bailar, divertirse y disfrutar de un show en vivo. Otros estaban dedicados a disfrutar de los exquisitos platos patagónicos y vinos de primera calidad que ofrecían en el coche comedor.
Yo preferí charlar con otros viajeros, para intercambiar recuerdos de los hermosos lugares de Bariloche y sus alrededores que acabábamos de conocer. A través de su itinerario de 830 kilómetros, el Tren Patagónico nos estaba transportando mágicamente desde los espectaculares paisajes de la Cordillera de los Andes hasta los colores intensos del mar y el cielo, en la costa de Río Negro. Más no podía pedir.
Mientras el tren devoraba kilómetros de vía, los más variados paisajes se apoderaban de nuestros asombrados ojos. Primero, la meseta empezaba a ofrecer su ancho horizonte sin árboles. Pero más adelante, una vez que cruzamos la Meseta de Somuncurá, se posó ante nuestras miradas la campiña bien verde. Pasamos por pequeños pueblos que parecían estar dormidos, como Pilcaniyeu, Comayo, Ingeniero Jacobacci, Maquinchao, Los Menucos, Sierra Colorada, Valcheta y San Antonio Oeste. Espero que, con la puesta en marcha de este tren maravilloso, en poco tiempo logren convertirse en lugares llenos de gozo y esperanzas.
Todo el viaje fue placentero, gracias a que un grupo de hombres comprometidos con el porvenir (y sobre todo amantes del ferrocarril) trabajaron con inteligencia y mucho tesón, para que el tren patagónico volviera a los rieles.
Me encantaría que estas líneas resulten un merecido homenaje a los miles de trabajadores ferroviarios que añoran y sufren por los innumerables ramales clausurados en la Argentina.
Clarín.com
16/04/2012